martes, 23 de noviembre de 2010

aguanta la respiración

en el momento en que llegué a Santiago sufrí un desmembramiento. Como que todo mi cuerpo se desarmó y todas las cosas dejaron de estar en su lugar, en una extraña y casual relectura de ese cuento del cronopio que encontró los fósforos en su bolsillo. Todo se desplazó y yo casi ni me di cuenta, porque lo asociado con hogar se alejó unos 500 kilómetros, la seguridad pasó de familia a amigos y el amor se escondió entre las calles de santiago centro, y a veces de providencia, y ahora estoy segura que está tendido en alguna acera de algún pasaje que ni siquiera conozco. Mi cabeza se desligó de mi cuerpo, se dividió y se me perdió por ahí, si usted la encuentra, por favor hágamelo saber. También se me cambiaron el norte y el sur, ya no entiendo por donde sale el sol ni he podido volver a interpretar las sombras para saber si son las 12 del día o las 5 de la tarde (lo cual me confunde cuando voy en el metro y siempre elijo sentarme donde me pega el sol). Se me enredaron las confianzas, y los conceptos, y los roles, y me puse hombre para mis cosas, aprendí a no contar cosas esenciales a mis seres queridos, a entramar la realidad para que no me duela o preocupe tanto, a configurarme en espacios nuevos y no del todo sanos. Se me dividió el corazón (o mejor dicho el estómago, porque el corazón todavia guarda polvo) en tantos pedazos que ya no sé que hacer con ellos, y se los llevó el viento y no sé como reunirlos, no sé como encajarlos porque todos significan cosas distintas y son maríacecilias distintas y creo que lo más relevante es eso, es que me puse más adolescente, es que me desdoblé en muchas personas y cambio continuamente dependiendo de la persona, de la hora, del capricho. Y todas las partes no forman el todo porque se contradicen. Se pelean, se hieren, hacen las paces y aprenden que mejor juntas pero no revueltas. A pesar de que siempre fui así, que siempre fui muchas, al menos antes eran como las muñecas matrioska, esas rusas que caen perfectamente una dentro de otra. Ahora no, son puzzles distintos y no encajan. Se confunden, no más, y me dejan exhausta.

El resumen, creo, es que tengo que aprender a equilibrarlas, y a vivir con lugares desplazados hasta que logre al menos ordenarlos un poco. Que es algo que tengo que hacer yo y que no se lo dejo a nadie, aunque suene tentador dejarse querer. Sin embargo, es obvio que nadie va a estar seguro de quererme si yo ni siquiera estoy segura de que cecilia soy con esa persona. O si quiero ser esa cecilia. O si es sano serlo. Es algo así como dejar la vida fluir pero no tomarlo como excusa para no pensar mis decisiones. Es ser realista sin matarme por completo. Es respirar tranquila.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

ok, ¿en cuál estación me puedo bajar?

irte, irte, irte, irte, irte, irte, irte, irte, irte, irte, irte.
¿dónde están los armarios de madera milenaria cuando los necesitas?
Con un pasaje a valpo me conformo.
mundo, ¡ten sentido de una vez por todas!

sábado, 6 de noviembre de 2010

y lo que me da más miedo.

es que le otorgo a sus silencios el poder de paralizarme, de cuestionarme, de desecharme.
y a sus juicios el poder de la verdad absoluta.
porque si ella me dice que sólo veo acorazados en detalles, que realmente no están ahí, yo lloro y le creo.