martes, 21 de diciembre de 2010

Escuchó otras 20 canciones. Se tomó los 500 cc de su agua mineral. Comió, lentito, pedazos de frutilla. En la ventana, la carretera se sucedía sin descanso, los autos seguían una carrera sin ganadores ni perdedores. Sofía no miraba mucho, se mareaba. Se asustaba. A las 12 del día ya estaba siendo azotada por la brisa marina de Valparaíso.

Comenzó su ritual de siempre: fue a la plaza de Armas, se compró un algodón de azúcar que no se terminaría. Corrió hasta la playa, se sacó los zapatos en la arena, jugó a pretender que la espuma era esos pelotones de algodón que se deshacían en su lengua. Se tiró en la playa, miró los volantines, la gente pasar. Un maltés le lamió los dedos de los pies. Cerró los ojos de cara al sol y pretendió que estaba en Marte. Cuando ya no soportaba el sopor, dejó todo tirado, gritó con todas sus fuerzas y corrió al encuentro del océano, pataleando, jugando con las olas a la pinta, pretendiendo que podía contra el mar. Empapada hasta la cintura salió, se calzó las zapatillas y caminó hacia el cerro Alegre.

viernes, 17 de diciembre de 2010

así me terminé cien años de soledad.

cuando era chica y habían visitas, siempre antes del postre, me levantaba de la mesa con la excusa de ir al baño. En el pasillo, en vez de doblar a la pieza de mis papás, me iba a la mía o a la de mi hermano. Luego (o no tan luego, dependía de mi rapidez de decisión), volvía sobre mis pasos, me encerraba en el baño de mis papás y me sentaba en el piso. A leer.

sábado, 11 de diciembre de 2010

quiero ver morir el sol en el mar

(no es una cosa de huir, es volver).
Lo que me encanta es que viajar en auto con mi mamá me hace sentir como una niñita de nueve años de nuevo. No es una melancolía ni un deja vu, es que de verdad me siento de nueve años hinchándola con que 'cuánto falta', 'cómprame un dulce', 'paremos en la playa' o cambiándole la música, siendo una mañosa total, porque por una extraña regla de mi universo familiar, en todos los viajes en auto está permitido ser un caprichoso y consentido, es normal hablar de temas de los que nunca hablarías o comer cosas que ni siquiera te gustan. Porque hace calor, porque estamos solas, porque falta caleta, porque no solemos viajar en auto. Porque es tierra de nadie, es la carretera y en el camino dan lo mismo las dietas, los gustos, la rutina, el hecho de que esas empanadas en huentelauquén van a hacer estragos en mi organismo.