domingo, 10 de abril de 2011

Cuando era chica, con mis papás por una razón u otra viajábamos al menos dos veces al semestre a Santiago. Nunca me lo cuestioné mucho, nunca me cuestioné ninguna de sus decisiones en esos días. En las salidas, siempre mis tíos me llevaban con mis primos a muchos, muchos lugares. Era bacán, en verdad, porque íbamos todos apretados pero no nos dábamos cuenta, y yo me maravillaba ante todo los estímulos, como buena pueblerina. Me acuerdo que una vez fuimos al Rocka Pollo. Osea, en verdad no me acuerdo, puede que haya sido un desliz de mi imaginación. No me acuerdo haber comido en el Rocka Pollo, pero si recuerdo haber jugado ahí con la Fran y la Dani. Y quizás la Javi, pero no sé. Habían columpios y toboganes rojos y era demasiado entretenido, y me llamaba la atención porque el Rocka Pollo era altísimo y azul rey (aunque yo a los ocho no sabía aun que era el azul rey) y pensaba en que en Serena no había ningún restaurant de ese color. Y creía que obvio que Pedro Picapiedra venía a comer pollo asado con Pablo Marmól y se sentaban en esa réplica roja de auto pseudo paleolítico que había en la entrada.
Una vez fui al Mampato. Bueno, no, estoy inventando. A lo que sí fuimos fue al MIM. Muchas veces. Ahí ya los adultos se turnaban, la mayoría de las veces iba mi papá con nosotros, en su vano intento de inculcarme el amor por la física cuando nos poníamos a ver ese edificio como de dominó que se movía con una supuesta recreación de terremoto. Las salidas al MIM eran maravillosas y terribles al mismo tiempo. Eran maravillosas porque corríamos por todas partes y todo era bonito y entretenido y todas las veces, testarudamente, intentábamos meternos en burbujas sin conseguirlo. La única que siempre lograba estar en la burbuja completa era la Dani, por ser la más chica. Y mi pelo siempre era al que le daba más estática. Ahora, eran terribles, porque eran un caos y nunca voy a entender cómo lo hacía mi papá. No sólo era un griterío, sino que nos perdíamos, nos caíamos, nos daba hambre, nos daban pataletas y tratar de vigilar a seis niños siempre será una tarea titánica. Nos mandaban colación, obvio, pero siempre queríamos comer más, y a algún lugar nos llevaba mi papá. Mis vacaciones santiaguinas siempre fueron así como hasta los 12.
Comer más, ver más, correr más, jugar más.
Ahora paso por el Rocka Pollo--- y es tan chica y fea la weah.

No hay comentarios: